LA MALDICIÓN DE LA TOLOSANA

LA MALDICIÓN DE LA TOLOSANA

Todo el mundo habla de la maldición que pesa sobre los gobernadores de la Provincia de Buenos Aires para que no puedan ser presidentes de la república.

Dejándose expresamente aclarado que, ni quien esto escribe ni ninguna de las personas del portal cree, acepta ni le da la menor entidad a estas leyendas o creencias, no deja de ser un dato anecdótico o, al menos curioso. Dicho esto, desarrollaremos la historia.

Empecemos por el principio.

En 1880, luego de innumerables choques, conflictos. enfrentamientos, dime y diretes varios por el enfrentamiento que había entre la Provincia de Buenos Aires con la Nación por el control de la Ciudad de Buenos Aires, la cosa terminó con que esta sería la capital nacional y había que ver donde establecer la capital de la provincia.

Le tocó a Dardo Rocha, ya gobernador de la Provincia, decidir qué hacer. Crearon una comisión al efecto que debía contemplar:

Conveniencia para la administración de la provincia.

Calidad de los terrenos en que deba levantarse la nueva ciudad.

Facilidad de comunicar con la capital de la Nación, el interior de la Provincia, otras provincias y el exterior.

En las primeras ciudades que se pensó fueron: Campana, Ensenada y Zárate, y subsidiariamente Quilmes, Olivos y San Fernando, o bien, aquellas asentadas sobre la línea del Ferrocarril del Oeste, desde Moreno hasta Mercedes

Dardo Rocha se inclinó por Ensenada, contigua al Río de La Plata y conectada con Buenos Aires a través del Ferrocarril Buenos Aires a Ensenada. El 14 de marzo de 1882 anuncia la capitalización de este municipio (partido de Ensenada).

Pero la decisión implicaba que se instalase el gobierno y la administración en Ensenada, sino en construir una nueva ciudad en las Lomas de Ensenada, a unos diez kilómetros.

La proyección de la ciudad a construirse, ya desde su nombre, “La Plata”, no se limitaba, en la mente de su fundador, a ser solo la capital provincial. Rocha soñaba que fuese, algún día, la capital nacional. Y que fuese el, precisamente el que la inaugurase como tal al consumarse el sueño de ser elegido presidente en 1886.

Finalmente, el 19 de noviembre de 1882, en presencia del Gobernador Dardo Rocha y el Ministro Victorino de la Plaza en representación del Presidente Julio A. Roca, se coloca la Piedra Fundamental en una urna enterrada en la, hoy día, Plaza Moreno. Centro geográfico de la ciudad.

En acto fundacional, Dardo Rocha dijo: «Hemos dado a la nueva capital el nombre del río magnífico que la baña, y depositamos bajo esta piedra, esperando que aquí queden sepultadas para siempre, las rivalidades, los odios, los rencores, y todas las pasiones que han retardado por tanto tiempo la prosperidad de nuestro país».

Inmediatamente comenzaron las obras.

En junio de 1883 se empieza a construir el Palacio Municipal de La Plata y un año más tarde se instalan los poderes públicos de la Provincia.

¿Y LA MALDICIÓN?

Confundida entre los renglones de la historia, los corrillos de los mentideros públicos y los chusmeríos de la gente común, transita la historia de LA BRUJA DE TOLOSA.

Pareciera ser que el evidente enfrentamiento entre Julio A. Roca y Dardo Rocha no concluyó con el acuerdo de dejar a Buenos Aires como ciudad capital y construir la que sería La Plata para capitanear la provincia.

Según las mismas inciertas fuentes, dicen que El zorro Roca pidió a un grupo de adherentes que violen la piedra fundamental de la incipiente ciudad-

Ocultos en las sombras de la noche, en momento en los que la lluvia arreciaba, los roquistas rompieron los sellos del cofre, se apropiaron de los documentos, monedas, diversos objetos y unas botellas de champagne. Las de vino, no. De estas se hizo cargo una mujer sórdida, apenas perceptible entre los lampos y la lluvia, que comenzó a beberlas mientras giraba en contra al sentido de las agujas del reloj diciendo imprecaciones que el viento arrastró consigo.

Una vez dadas las vueltas que demandó el vino o los hechizos, escupió sobre la base del túmulo, se acuclilló y dejó correr el cálido orín sobre la tierra y sus piernas mientras con una risa estridente y gutural coronaba su acto.

Dardo Rocha no se pudo imponer a Juárez Cellman en 1886.

Y como el fundador de La Plata, ningún gobernador de la Provincia de Buenos Aires pudo sentarse en el Sillón de Rivadavia.

Hasta ahora.

La historia continúa.