NO ESTIGMATIZAR

NO ESTIGMATIZAR

Antes que nada, hay que tener en claro que con el COVID-19 (corona virus actual) las demás enfermedades no se fueron de vacaciones. Quien esto escribe no es médico como para desarrollar la lista de las enfermedades que pueden tener síntomas parecidos, pero la experiencia (a veces lo del Diablo y ser viejo tiene algo de vigencia) indica que hay varias afecciones que producen fiebre, dolor de garganta, dolores estomacales, y otras yerbas que, con el susto y sin necesidad de ser hipocondríacos, lleven a asumir que se podría estar ante un caso del referido virus.

La norma, el protocolo, el sentido común, dicen que, si aparecen síntomas, lo mejor es llamar a los números de emergencia (Ministerio de Salud de la Nación: 0800-222-1002 en todo el país. Ciudad de Buenos Aires – 107. Provincia de Buenos Aires – 148) y seguir las instrucciones que impartan los especialistas.

Un aspecto fundamental para quien padezca alguno de los síntomas, es mantener la calma. No es fácil, pero es imprescindible.

Veamos, también, las conductas del prójimo. Las circunstancias extremas suelen sacar a flote lo mejor y lo peor de la especie humana. Lamentablemente, moviéndose en masa tiende a que aflore lo peor.

Una tendencia ante el temor y lo desconocido es atacar al que pueda ser portador de un mal. Lo hicieron con los leprosos, lo reiteraron con los portadores de HIV y ahora les toca a los portadores de COVID-19.

La lepra se controló y hoy día un leproso transita por las calles sin que nadie sepa, ni necesite saber, que lo es.

En los albores de los ’80 a un portador de SIDA se lo condenaba al ostracismo y por poco había que lapidarlo, hasta que se hallaron los remedios adecuados y hoy conviven portadores sintomáticos y asintomáticos sin que haya ninguna discriminación por parte de la sociedad en general (claro que algún tarado nunca falta).

Ahora, un presunto portador de COVID-19, se convierte en una amenaza pública al que hay que marcarlo, estigmatizarlo y segregarlo como si fuese un condenado a la muerte civil. Entiéndase que una cosa es una persona que por razones totalmente ajenas a su voluntad contrajo el virus y se dispuso a todos los controles y tratamientos pertinentes y otra -¡muy distinta!- es quien, alegremente y falto de la más elemental empatía, transita sin el menor recaudo.

Recordemos que TODOS ESTAMOS EXPUESTOS. Por lo tanto, deberíamos estar TODOS DISPUESTOS a colaborar para frenar la expansión.

El virus es el enemigo. El portador es una víctima.